Desvelando la danza mística: La encantadora historia de la Fiesta Mayor de Granollers y los Diablos

Érase una vez, en el corazón de Cataluña, un pintoresco pueblo llamado Granollers. En medio de colinas onduladas y paisajes exuberantes, este pueblo guardaba un secreto, un cautivador secreto que cobraba vida una vez al año, durante la gran celebración conocida como la Fiesta Mayor de Granollers.

La historia de esta fiesta estaba profundamente entretejida en el tejido de Granollers, con raíces que se remontaban muy atrás en el tiempo. Era algo más que una celebración: era una tradición muy apreciada, un rito consagrado que unía a generaciones.

La historia del origen

La historia comenzó hace siglos, cuando el pueblo de Granollers se enfrentaba a tiempos oscuros. Las cosechas se marchitaban y los ánimos decaían. En su momento de necesidad, recurrieron a las antiguas leyendas de sus antepasados. Las leyendas hablaban de almas valientes que se ponían máscaras y disfraces para ahuyentar a los malos espíritus, una tradición transmitida de generación en generación.

Estas figuras enmascaradas, conocidas como los Diables o diablos, protagonizaban la Fiesta Mayor de Granollers. Simbolizaban la eterna lucha entre la luz y la oscuridad, el bien y el mal. La gente del pueblo creía que encarnando al diablo podría enfrentarse a sus miedos y desterrar las sombras que habían ensombrecido sus vidas.

La danza del fuego

El momento más impresionante del festival fue el correfoc, la "carrera del fuego". A medida que el sol se ocultaba en el horizonte, las calles de Granollers cobraban vida con el rítmico ritmo de los tambores y el crepitar de las llamas.

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Los Diables, ataviados con elaborados trajes adornados con petardos y chispas, bailaron por las estrechas callejuelas.

El fuego saltó de sus tridentes, creando un espectáculo de otro mundo que iluminó la noche. La multitud jadeó y vitoreó, con los rostros iluminados por el resplandor ardiente. En aquel momento, los Diables no eran agentes de la oscuridad, sino portadores de luz, guardianes de la tradición.

Celebración de la unidad

Pero la Fiesta Mayor de Granollers no se limitó a los Diablos y su ardiente danza. Fue una celebración de la unidad, un testimonio de la resistencia de la ciudad frente a la adversidad. Las familias se reunieron para compartir platos tradicionales, historias y risas. Las calles se engalanaron con coloridos estandartes e intrincadas decoraciones, testimonio del arraigado orgullo de la ciudad.

A medida que avanzaba la noche, la música y la fiesta continuaban. El espíritu de camaradería era palpable, y resultaba imposible no dejarse arrastrar por la alegre atmósfera. Los Diables, antes temidos, eran ahora símbolos queridos del espíritu perdurable de Granollers.

Un cuento para la eternidad

Y así, la Fiesta Mayor de Granollers siguió viviendo, año tras año, transmitiendo su entrañable historia de generación en generación. Los Diables siguieron bailando, y el pueblo siguió celebrando, recordando a todos los asistentes que, incluso en los tiempos más oscuros, la luz de la tradición y la unidad siempre prevalecerían.

Como fotógrafo, fue un honor capturar estos momentos de magia, congelar en el tiempo la danza del fuego y el espíritu de Granollers. La Fiesta Mayor de Granollers no era sólo una fiesta; era una historia viva y palpitante, una historia para siempre.